Monday, November 16, 2015

Un hombre y sus demonios.

La Región de los Cuatro Dominios es el hogar de un sinfín de islas y tierras no exploradas. Muchas de ellas no aparecen en los mapas y son ignoradas por exploradores, cartógrafos y hasta los sabiondos piratas. En uno de esos lugares existe una isla desierta en cuyo interior crece un bosque frondoso. Allí habita solamente un hombre y su familia.

Todos los días el hombre despierta muy temprano, se despide de su familia y sale a lo más profundo del bosque a luchar contra unos demonios de extrañas formas que día tras día amenazan con destrozarlo a él y a sus seres amados. Unos son pequeños y cubiertos de vello, con una cabeza como de calavera y ojos profundamente oscuros, siempre se sienten presentes aunque no los estén observando. También los hay grandes, obesos y fuertes, contagian su lentitud evitando que tome cualquier acción en su contra. Otros son feroces como un corcel enrabietado, sus fauces expidiendo fuego y aniquilando sin piedad todo lo que se encuentran a su paso. Algunos tienen formas humanas, como aquél que luce como un anciano vestido en harapos, su cara podrida y de larguísimas extremidades. 

Después de una feroz lucha el hombre vence a estos demonios y, cansado, regresa tarde a su hogar. Aunque agotado, está feliz porque pudo proteger a su familia, pero cauteloso por lo que el día de mañana le podría traer. Al día siguiente se despierta el hombre antes del amanecer y regresa nuevamente a lo más profundo del bosque a luchar contra los mismos demonios, quienes han regresado sin un rasguño ni herida visible, recuperados como si fuera la primera vez que se encuentran a su contrincante. Al hombre, sin embargo, se le nota en su cuerpo las marcas de la batalla del día anterior. ¿Qué mueve a este hombre para ir todos los días y luchar contra unos demonios que sabe que jamás vencerá del todo?

A pesar de ser una lucha interminable, continúa el hombre con inquebrantable voluntad batallando día tras día contra sus demonios. Los subyuga al atardecer solo para regresar al día siguiente y encontrárselos de nuevo. Pasan los años y su cuerpo poco a poco le va fallando, pero nunca su coraje, su ánimo o su carácter. Un buen día somete a sus demonios una vez más con su último aliento, y es justo ese momento en el cual los demonios desaparecen, esta vez por siempre. En el rostro del hombre se dibuja una sonrisa, por saber que su familia está a salvo.

Tuesday, September 1, 2015

El sublime recuerdo de los héroes de antaño.

La plaza no estaba tan concurrida aquella noche y dejó que el muchacho durmiera un poco. Desde sus balcones se podían observar todos los vecindarios de esta gran ciudad. Cada muro levantado y árbol plantado tenía una historia que contar casi de primera mano. La gente dice que si te detienes por un rato en silencio, puedes todavía escuchar los gritos de guerra y el filo de las espadas chocando entre sí.

Al despertarse, el chiquillo se percató que era lo bastante tarde como para meterse en problemas, pero lo suficientemente temprano como para salir de ellos. Era bajo de estatura y un poco delgado. Su tez blanca estaba manchada por un eterno polvo que no parecía querer retirarse, quizás porque hacía ya mucho tiempo desde la última vez que tuvo un buen baño. Su rubio cabello estaba siempre desordenado y sus ropas harapientas bajo ninguna circunstancia podían confundirse como de la clase alta.

Sin embargo, el muchacho lucía estar muy cómodo con su apariencia y postura. Se levantó de la banca en la que estaba recostado para dirigirse a una de las grandes escaleras que bajaban hacia los barrios de la ciudad. “No hay apuro, todavía es temprano” pensaba el niño al estirarse un poco al borde de la escalera, luego miró hacia atrás y observó la majestuosa escultura en el centro de la ciudad.

Allí estaba el gran Baluarte, levantado solemnemente y sosteniendo su gran espada punta abajo. Era una mezcla perfecta entre el talento, la imaginación e inspiración de un gran artista. Su mirada estaba dirigida hacia la entrada de la ciudad, lugar donde se desarrolló la última gran batalla. La barba y los cabellos de este caballero estaban muy detallados, tanto que parecían realmente moverse con el viento. Al pie de la estatua había una placa que decía, “A Maginot Baluarte, cuyos actos trajeron la paz al Reino Meridiano, para que las generaciones futuras se inspiren en él e imiten su ejemplo.”

El niño volteó nuevamente su mirada hacia las escaleras y comenzó a bajar apresuradamente. El silencio de la noche que moría despertó los sonidos de una batalla que se libró frente a los muros de la ciudad, en la cual luchó el temible Destructor de Islas contra las fuerzas de Andros Vitafilio y su Hermandad de las Espadas Gemelas.