Tuesday, September 1, 2015

El sublime recuerdo de los héroes de antaño.

La plaza no estaba tan concurrida aquella noche y dejó que el muchacho durmiera un poco. Desde sus balcones se podían observar todos los vecindarios de esta gran ciudad. Cada muro levantado y árbol plantado tenía una historia que contar casi de primera mano. La gente dice que si te detienes por un rato en silencio, puedes todavía escuchar los gritos de guerra y el filo de las espadas chocando entre sí.

Al despertarse, el chiquillo se percató que era lo bastante tarde como para meterse en problemas, pero lo suficientemente temprano como para salir de ellos. Era bajo de estatura y un poco delgado. Su tez blanca estaba manchada por un eterno polvo que no parecía querer retirarse, quizás porque hacía ya mucho tiempo desde la última vez que tuvo un buen baño. Su rubio cabello estaba siempre desordenado y sus ropas harapientas bajo ninguna circunstancia podían confundirse como de la clase alta.

Sin embargo, el muchacho lucía estar muy cómodo con su apariencia y postura. Se levantó de la banca en la que estaba recostado para dirigirse a una de las grandes escaleras que bajaban hacia los barrios de la ciudad. “No hay apuro, todavía es temprano” pensaba el niño al estirarse un poco al borde de la escalera, luego miró hacia atrás y observó la majestuosa escultura en el centro de la ciudad.

Allí estaba el gran Baluarte, levantado solemnemente y sosteniendo su gran espada punta abajo. Era una mezcla perfecta entre el talento, la imaginación e inspiración de un gran artista. Su mirada estaba dirigida hacia la entrada de la ciudad, lugar donde se desarrolló la última gran batalla. La barba y los cabellos de este caballero estaban muy detallados, tanto que parecían realmente moverse con el viento. Al pie de la estatua había una placa que decía, “A Maginot Baluarte, cuyos actos trajeron la paz al Reino Meridiano, para que las generaciones futuras se inspiren en él e imiten su ejemplo.”

El niño volteó nuevamente su mirada hacia las escaleras y comenzó a bajar apresuradamente. El silencio de la noche que moría despertó los sonidos de una batalla que se libró frente a los muros de la ciudad, en la cual luchó el temible Destructor de Islas contra las fuerzas de Andros Vitafilio y su Hermandad de las Espadas Gemelas.